Desapego espiritual e indiferencia santa

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Por mucho que uno pueda acumular bienes en este mundo, podemos estar absolutamente seguros de una cosa: no entrarán en el ataúd con nosotros. ¡No podemos llevarnos bienes con nosotros! Aquí se revela la insensatez de este vicio. El vínculo de posesión que creamos con los objetos es sólo aparente, porque no somos los amos del mundo: esta tierra que amamos no es en verdad nuestra, y nos movemos por ella como extraños y peregrinos. – Papa Francisco, 2024

¿Qué es el desapego espiritual/la santa indiferencia?

En la espiritualidad católica, el desapego significa entregarse a Dios y mantenerlo como centro de tu vida.

No significa que te vuelvas frío con los demás o que te niegues a ti mismo relaciones y posesiones.

Más bien, el desapego significa que confiamos amorosamente en el plan de Dios por encima de todo.

Este concepto se conoce a veces como Santa Indiferencia o Indiferencia Ignaciana, sobre la que San Ignacio escribió en sus Ejercicios Espirituales, describiendo cómo las personas pueden ver las cosas a través de la lente de si ayudan o no a servir a Dios ( «…el deseo de poder servir mejor a Dios nuestro Señor les mueve a tomar la cosa o dejarla»).

Un gran ejemplo de este desprendimiento o indiferencia ignaciana existe en la vocación de los párrocos. Un párroco puede amar profundamente a su comunidad, dedicar incontables horas a pastorear a su rebaño y acercarse a los feligreses.

Sin embargo, puede que se le pida que sirva en una parroquia diferente, y que siga su vocación a una nueva comunidad.

¿Podría ser una protesta? ¿Negarse a marcharse? ¿Suplicar quedarse en la parroquia donde podría ser querido y sentirse cómodo? Tal vez. Pero la llamada a servir a Dios ejerciendo el ministerio en otra parroquia tiene prioridad.

La oración del Suscipe

La Oración del Suscipe, del mismo Ignacio, capta maravillosamente este concepto de entregarlo todo a Dios.

«Toma, Señor, y recibe toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad, todo lo que tengo y llamo mío. Tú me lo has dado todo. A ti, Señor, te lo devuelvo. Todo es tuyo; haz con ello lo que quieras. Dame sólo tu amor y tu gracia, eso me basta».

Raíces bíblicas del desapego

La idea del desapego está profundamente arraigada en las Escrituras, empezando por Jesús, que predicó su importancia de forma rutinaria y muy clara.

En el Evangelio de Lucas, Jesús nos dice: «Del mismo modo, cualquiera de vosotros que no renuncie a todos sus bienes no puede ser discípulo mío.» (Lucas 14:33)

Jesús comparte un mensaje similar en el Evangelio de Mateo: «Jesús le dijo: «Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a [los] pobres, y tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme». (Mateo 19:21).

Uno de los pasajes más vívidos Lucas, retratado poderosamente en el exitoso programa de televisión Los Elegidos, también habla de desprenderse de las cosas mundanas. La llamada de Simón el Pescador es un duro recordatorio de que nuestra llamada más profunda es seguir a Dios.

«Porque el asombro de la pesca que habían hecho se apoderó de él y de todos los que estaban con él, así como de Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Jesús dijo a Simón: ‘No temas; desde ahora serás pescador de hombres’. Cuando acercaron las barcas a la orilla, lo dejaron todo y le siguieron». (Lucas 9-11)

En este pasaje, Jesús muestra a Pedro un botín de peces más impresionante que cualquiera que pudiera imaginar. Pero ayuda a Pedro a darse cuenta de que su identidad y su compromiso como pescador importan poco en comparación con su identidad como seguidor de Jesús.

Cómo el desapego transforma nuestra oración

Cuando practicamos el desapego benevolente en nuestra vida de oración, ocurren varias cosas hermosas:

  • Experimentamos una mayor paz, sabiendo que los resultados descansan en las manos de Dios
  • Estamos más atentos a la voz de Dios que a la nuestra
  • Desarrollamos una mayor confianza en la providencia divina
  • Nos liberamos de la ansiedad sobre si nuestras oraciones «funcionan»
  • Creamos espacio para que Dios nos sorprenda con bendiciones inesperadas

Quizá, sobre todo, el desapego nos ofrece una libertad de la que no podemos disfrutar si estamos demasiado apegados a otras cosas que no sean Dios.

Desapego y Libertad

Parece una paradoja, pero rendirse y desprenderse de los deseos separados de Dios puede ser en realidad bastante liberador y liberador.

Cuando nos desprendemos de ciertas cosas, somos libres para amar a Dios más plenamente. Y esta ayuda nos permite ser más virtuosos y compartir más profundamente el amor de Dios con los demás.

«La exhortación ‘vuelve al Señor, tu Dios’ implica que nos desprendamos de lo que nos aleja de Él. Nuestro desprendimiento es el punto de partida necesario para restablecer con Dios la alianza rota por el pecado.» – Papa Juan Pablo II

Como explica Robert Martin, del Centro San Pablo, el desapego no es un fin en sí mismo. Más bien, nos abre a algo mucho mayor.

«El vaciamiento que produce el desapego nos prepara para un llenado de algo mayor. Ese algo mayor no es sólo un mayor deleite en Dios, sino un deleite mayor y más verdadero en todo lo que Él ha creado», escribe. «La ordenación adecuada de los amores menores nos coloca en posición de recibir y encarnar un amor mayor, tanto por Dios como por el prójimo».

Empezar a Desprenderse con la Oración

Hay muchas oraciones sencillas que pueden ayudarte a acercarte lenta y gradualmente a Dios y a confiar más profundamente en Su voluntad.

Considera la posibilidad de rezar una novena de rendición de 9 días para crear el hábito de rendirnos a Dios.

También puedes rezar las Letanías de la Confianza para que Dios ablande tu corazón y te permita confiar más plenamente en Él.

La mejor forma de comprendernos a nosotros mismos y a nuestras ataduras es mediante la autorreflexión. Considera la posibilidad de rezar un examen diario para reconocer mejor y reflexionar sobre los distintos elementos de tu vida y dónde te está hablando Dios.

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