Curiosamente, hay alimentos que dan más hambre... bebidas que dan más sed. Dios nos creó y decidió elevarnos a un grado de amistad con él que nosotros no habríamos sido capaces de imaginar: a participar de su gloria, a la intimidad divina, a la vida de comunión con la santísima Trinidad. Por esta razón, lo único que sacia es gozar de la gloria del Señor... verdadera súplica de todos los santos, el objeto útlimo de todo nuestro deseo.